lunes, 20 de julio de 2009

Recuento

Hoy te vi.

Fue como un balde de agua fría. Un golpe de realidad. Estabas ahí, tan cerca otra vez, como hace mucho no habías estado. Entonces recordé. Recordé tus besos y tu compañía. Recordé las sonrisas, la música. Recordé las palabras, las caricias y todo lo demás.

Te vi tan distinto. No eres para mí y ahora es más palpable.

Nunca fuiste mío aunque llegué a creer que lo serías. Pero hoy lo recordé. Hoy te vi y recordé que eres escurridizo. Que no eres mío como no eres de nadie, ni tuyo propio. Vuelas por aquellas altas tesituras, siempre solo, lejos de mí, de ella y lejos de ti.

Escuchar tu voz de nuevo, ver tus manos revolviéndose, tu pelo desaliñado, tu cara siempre desencajada. Tu porte introvertido, tu postura misteriosa. Todo me hizo recordar y por qué no decirlo, añorar aquellos tiempos.

Recordé, después de tanto tiempo, lo que sentí la primera vez que te vi.

Después de recordar lo buenos que éramos, recordé también por qué no lo somos. Recordé la última llamada, esa mirada el día que te despediste. Recordé que muchas veces me hiciste enojar y hasta gritar, aunque no siempre lo supieras. Recordé algunas de las mentiras, las desatenciones.  

Recordé eso y tantas cosas más, casi cada detalle. Lo reviví en un instante, y así en un instante se fue. Y entonces volví en mí y volvió el ruido, volvió la gente, pero no volviste tú. 

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